Una auténtica escucha refleja la necesidad de reciprocidad, no porque no seamos capaces de hacer nuestros propios diagnósticos para describir lo que sucede en la Iglesia y en el mundo, sino porque la Iglesia solo se abre a un verdadero proceso de conversión cuando se produce un diálogo donde el interlocutor principal es Dios mismo, con la realidad histórica de la humanidad en todas sus dimensiones y contextos.
El discernimiento se enriquece con el dato de la fe, la escucha de la Palabra de Dios y con la fortaleza de la esperanza cristiana, que nos ayuda a reconocer las señales o signos de los tiempos, con las cuales el Señor se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables, con la seguridad que de éstas pueden nacer encuentros que cambian la vida, para siempre.
El Sínodo no es un parlamento, no es un sondeo sobre opiniones, no es un ejercicio académico; el Sínodo es un momento eclesial, y el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo. La Asamblea Sinodal, es realmente provechosa si se convierte en expresión viva del ser Iglesia, de un actuar caracterizado por una participación auténtica del pueblo de Dios, del cual se toman decisiones, en la firme certeza de buscar y hacer la voluntad de Dios en la historia de la Diócesis de Pasto.
Al final como fruto del Sínodo Pastoral Diocesano y después de los análisis y de los estudios, se presenta el Plan Global (o la actualización del plan vigente) y se indican los caminos por los cuales se conducirá la acción pastoral de la Diócesis de Pasto, señalando que siempre habrá espacios de evaluación comunitaria y posibilidades para dar nueva dirección a los procesos iniciados.